“ Ponme la mano aquí…..”
En Cuba, Macorina levantó el escándalo al hacer rugir motores y obtener la primera licencia para ello. Ocurrió en La Habana de los años 20, y Chavela Vargas nos la rescató más tarde en una canción que lleva su nombre.
A nombre de María Calvo Nodarse se expidió la primera licencia de conducción a una mujer en La Habana de principios del pasado siglo, cuando nació en el pinareño de Guanajay en 1892, su nombre fue María Constancia Caraza Valdés.
Fue acusada por la iglesia de diabólica, se asegura que fue un litigio obtener una licencia de conducción ya que no se había otorgado nunca a una mujer, lo cual provoco varios juicios legales, que se conservan en el archivo jurídico de la nación, y aparecieron notas en la prensa, por tanto creció su imagen de triunfadora. Los comités católicos le dedicaron varias campañas por su “mal ejemplo”.
Fue acusada por la iglesia de diabólica, se asegura que fue un litigio obtener una licencia de conducción ya que no se había otorgado nunca a una mujer, lo cual provoco varios juicios legales, que se conservan en el archivo jurídico de la nación, y aparecieron notas en la prensa, por tanto creció su imagen de triunfadora. Los comités católicos le dedicaron varias campañas por su “mal ejemplo”.
Su historia comenzó cuando un político la atropelló con su auto y le dejó una leve cojera por el resto de su existencia. Para recompensarla de la lesión, le obsequió un lujoso automóvil, y ella asumió el reto.
Cuando ganó su licencia, un Domingo de verano, se paseó por el Prado, manejando y tocando el cornetín, enseñando el documento ante los aplausos y vítores de miles de admiradores asombrados, hecho que reflejó el diario de la Marina de 1925. "La primera mujer chofer de Cuba".
Su auto de color blanco, fue un Hispo-Suiza. En él recorría las calles de la Habana a unos 30 kilómetros por hora, mientras escuchaba la música de época a todo volumen.
Su audacia, su elegancia perenne, sus llamativos ojos, y otros tantos atributos la hacían despertar la atención por donde quiera que pasara. A este se le sumaba su personalidad tan especial y su carisma, que disfrutaban quienes conformaron lo más elitista de la sociedad capitalina de aquellos tiempos.
Y aunque su fama era la de una fémina admirada por cuanto ser que pasara a su lado, sin distinción alguna, un amor tuvo que le marcó su vida. Según ella misma contara en una de sus tantas entrevistas a la prensa, él apenas podía mantener la economía de la pareja. Entonces, la joven creyó cometer el gran error de su vida, al acceder a una propuesta hacerse de un status lujoso de vida. Fue cuando comenzó en la vida de aquella sin igual señorita, un nuevo período en su vida, cuando le sería asignado el apodo de “Macorina”.
Y como a ella le sobraban los amantes, acaudalados y espléndidos negociantes y políticos, entre ellos el ex presidente, José Miguel Gómez, ―quien se bañaba pero también salpicaba―, se hizo de nuevos carros cada vez más costosos, de lujosas casas, caballos, pieles, joyas y viajes al extranjero…
Algunos la recuerdan regentando un burdel en la calle Príncipe. Al final, se instaló en una humilde casa de huéspedes de Centro Habana, en la calle Galiano, cerca del Malecón.
“Hoy no tengo ilusiones, pero sí paz. Vivo acompañada de la soledad”, declaró a la revista Bohemia, en 1958, a los 66 años, casi en la miseria.
Murió en La Habana en 1977.
De ella queda un lienzo de Cundo Bermúdez, una escudería de autos antiguos con su nombre. Inmortalizada en las famosas charangas de Bejucal, donde en los desfiles de personajes aparecía una muñecona con careta, debajo de la cual estaba su creador, al albañil llamado Lorenzo Romero. Así cuenta que fue como Maria se convirtio en "La Macorina", y pese a detestar el apodo, cierto es, que pasó con él a la fama popular y a la historia que mejor supo dignificarla, a partir del triunfo sostenido de la canción cantada y musicalizada por Chavela Vargas, con aquel famoso y atrevido estribillo: “Ponme la mano aquí Macorina pon, pon Macorina, pon .........”.