viernes, 26 de junio de 2015

Un Vargas

El Vargas…. Conocido popularmente en el resto de España como “Tinto de Verano”, cuya composición es vino tinto con gaseosa a partes iguales o según el gusto. Suele acompañarse de una rodaja de limón y mucho hielo.
El origen del nombre Vargas asociado al tinto de verano en Córdoba proviene de la "Venta Vargas" que regentaba D. Federico Vargas Martínez Mahedero, que comenzó a mezclar el tinto con sifón para hacerlo más refrescante.
Con el paso del tiempo el sifón se ha sustituido por gaseosa, añadiéndosele hielo y una rodaja de limón. El orígen ha quedado en el olvido y algunos han asociado erróneamente, aunque no sin falta de ingenio, el nombre vargas a la combinación de palabras valdepeñas con gaseosa, lo que apocopado daría valgas habiendo pasado a vargas por el acento cordobés que hubiera convertido la ele en erre.


El establecimiento era un poco como el refugio de los artistas y bohemios después de sus actuaciones por Córdoba. Como un “abierto veinticuatro horas” de ese tiempo. Conservaba el sabor de principios del siglo XX, o de los dichosos veinte de ese siglo.

Dice de la Venta la memoria cordobesa de José R. Solis en la publicación Córdoba en Mayo, de 1986:

“Tenía la Venta un encanto singular, siendo la carretera muy estrecha, disponía delante de una buena explanada donde había, lugar para aparcar tanto los coches de caballos, automóviles, los primeros autobuses, y espacio para poner cantidad de veladores con sillas para que otro tipo de público, pudiesen tomar el sol mientras saboreaban una «maquinilla» de café sobre todo los domingos y festivos. La Venta tenia de todo, no faltándole ni el salón de invierno, ni pista de baile, ni palcos, ni escenario para la orquestina Estevarena. Ni por supuesto faltaba la montera de cristales que daba luz al mostrador, reservados, servicios, etc, dando paso al llamado «Salón» de Verano, que lleno de bombillas y anuncios de vinos jerezanos y cordobeses era una gran pista rodeada de jardín y lindos merenderos floreados, que servían de reservados en las preciosas noches estivales de nuestra Córdoba querida. Pero lo que le hacía única era, su Placita de Toros, con entrada por la parte de detrás que daba al camino que conducía al Molinillo de Sansueña.”



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